¡Partidos políticos o asociaciones para delinquir!
Edmundo Dante Dolphy / La Verdad Panamá
En la obra “Principios de Moral Política” de don Justo Arosemena emerge una pregunta interesante: ¿ Son necesarios los partidos políticos?
La respuesta: Partido es sinónimo de parcialidad, y la nación nada gana con estar dividida en bandos que se hostilizan mutuamente. Los intereses de la nación son comunes y así, todos sus individuos deberán formar un solo partido, pero entonces esta voz no sería aplicable.
La parcialidad es precisamente la que quiebra los objetivos de nación, de la institucionalidad en función de los mejores intereses de los ciudadanos en un Estado que vele por el desarrollo humano de cada uno, sin sesgos en los que anteponen las prioridades como colectivo político.
Los partidos políticos en Panamá han dejado de ser organismos con fundamento ideológico, sin doctrina, se alejan del debate nacional, de los problemas más agobiantes para confabularse entre sí por la búsqueda de beneficios personales en detrimento de los más caros intereses de las ciudadanos.
Si representan el ingrediente más importante de todo Estado de derecho, porque actúan en contravía de esa magna responsabilidad de construir las bases para un legítimo desarrollo nacional y se sumergen en las más profundas aguas de la inmoralidad y la corrupción que asesina lentamente las fibras más sensibles de la llamada institucionalidad?
Ya no es solo la disputa por el poder, se empinan más allá con una agenda enfocada en asaltar el erario, desde los controles de mando para edificar fortunas y riquezas ilegítimas, lanzando al mar a la gran mayoría de sus aliados, generalmente de escasos recursos que resultan engañados porque jamás pudieron ingresar a la planilla del gobierno.
Esa casta política en contubernio con el poder económico que se desliza subrepticiamente en las filas de los partidos políticos ha demostrado a través de décadas que el compromiso no es con Panamá, el compromiso es el de articular estructuras criminales desde los órganos ejecutivo y legislativo para saciar su hambre por la avaricia absoluta y así coronar sus ambiciones.
Todos juegan con la palabra pueblo y con la frase “justicia social” para acceder al poder, luego ignoran a ese gente que depositó su confianza en ellos, soñando que los días de no dormir más con calambres estomacales a consecuencia de la falta de bocado habrían terminado. Nada más falso y repugnante, sino que le pregunten a esa masa de niños en las comarcas y a los más de 700 mil panameños que sobreviven rodeados de una pobreza multidimensional.
El desprecio y la falta de respuestas a las necesidades de los más vulnerables fácilmente podrá conducirnos a escenarios sociales fatídicos e inéditos.
¿Podríamos vivir en democracia sin partidos políticos?