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Homilía en la XLIX Cita Eucarística

Arena Roberto Durán, 23 de junio de 2019 Queridos hermanas y hermanos: En este Domingo del Señor, celebramos con Solemnidad la Fiesta del Corpus Christi, día de bendición, de alegría y acción de gracias porque Cristo vive en medio de nosotros; porque Cristo no nos ha dejado solos; porque ha querido quedarse con nosotros en el sacramento de la Eucaristía, alimento espiritual. Por amor, en la noche de Pascua, Jesús en la última de su vida, mientras cenaba con sus discípulos tomó el pan, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo que se entrega por nosotros”. Después, tomó el cáliz y lo pasó a los discípulos diciendo: “Este es el cáliz de mi sangre”, sangre de la alianza nueva y eterna, del pacto de amistad definitivo entre Dios y los hombres. En el pan partido y en el cáliz quiso Jesús anticipar su entrega a la muerte por nosotros, y quiso que aquel mismo gesto lo repitieran y recordaran sus discípulos hasta su vuelta, hasta el final de la historia: “Hagan esto –les dijo- en memoria mía”. He aquí lo sagrado e importante de la Eucaristía: es la memoria viva de Jesús, no es un simple recuerdo que nos remite al pasado, Jesús mismo en aquel gesto de entrega del pan y del vino, se hace realmente presente por la fuerza del Espíritu Santo, y es actual para nosotros en la fe. En la Eucaristía Cristo se hace realmente presente, para dar su vida por nosotros. Por eso nos dejó dicho con mucha claridad: “El que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Por tanto comulgar es, pues, entrar en la vida del mismo Cristo, o mejor, es dejarnos vivificar por Cristo. Así como la vida humana nace, crece y se mantiene por el alimento que cada día ingerimos, así la vida del espíritu, la vida de la fe, la vida de Dios en nosotros se alimenta con el banquete eucarístico, en el que Cristo mismo es nuestra comida, hacemos memoria de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da en prenda la vida futura. Esto es la Eucaristía, en ella se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, Cristo mismo, pan vivo y vivificante, que da la vida por el Espíritu Santo.

En la última persecución del Imperio Romano desatada contra los cristianos a comienzos del siglo IV, hay un testimonio impresionante que merece la pena ser recordado: estaban reunidos un grupo de cristianos en una iglesia del norte de África, y cuando les imputaron el delito de reunión que conllevaba la pena de muerte, ellos respondieron: “Sin la Eucaristía no podemos vivir”. En efecto, un cristiano no puede vivir sin Cristo, y Cristo se nos hace presente y se nos da en la Eucaristía. ¿Qué pasa, entonces, cuando los cristianos dejan de ir a misa, cuando los jóvenes apenas pisan la iglesia? Pues que el cristianismo se va disolviendo poco a poco en medio de una sociedad altamente secularizada, pasa que los cristianos, por lo menos los cristianos verdaderos, van siendo menos. Sin Cristo no hay cristianismo; sin Eucaristía no hay cristianos. Esto es lo que nos recuerda la fiesta del Corpus que hoy celebramos solemnemente. Los 48 años de la Cita Eucarística De manera muy especial, en Panamá desde hace cuarenta y ocho años, un 13 de junio de 1971, en este bello gimnasio nuevo Panamá, hoy Arena Roberto Mano de Piedra Durán, se reunieron muchos de los aquí presentes para celebrar esta solemnidad, con la primera Cita Eucarística. A través de estos cuarenta y ocho años la Cita Eucarística se ha convertido en una costumbre litúrgica, en una institución de nuestra Iglesia. Por 23 años fue presidida por el muy querido monseñor Marcos Gregorio McGrath, gestor de dicha Cita y por 16 años le correspondió a monseñor José Dimas Cedeño Delgado acompañarnos. Gracias al entusiasmo y a la Fe de ustedes algunos que han participado consecutivamente en estos 48 año, gracias a la esmerada preparación en que año tras año, durante meses, colaboran individuos y entidades sociales, a través de sus numerosas comisiones. Gracias a las facilidades que siempre se ha tenido de las diversas administraciones en el entonces Gimnasio Nuevo Panamá y ahora la Arena Roberto Mano de Piedra Durán, que nos la han brindado con gran cortesía; gracias a los medios de comunicación que anuncian la Cita y luego la transmiten como el gran acto de fe. Al clero, a los religiosos y religiosas, a las parroquias, a los movimientos y pastorales de la Iglesia.

A los que estamos aquí reunidos en torno al altar, y a los muchos que nos acompañan por la radio y televisión: los invitamos a que esta celebración de la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, sea ocasión para renovar nuestra Fe en Cristo, en la Iglesia, y especialmente en la Eucaristía, reafirmando al mismo tiempo el pacto de amor que es la vida de Cristo, su mandamiento, su presencia. La Fase de Evangelización de la Campaña En cada Eucaristía, al finalizar, se nos invita a vivir lo que hemos celebrado en el templo, para compartir el gozo de sentirnos Iglesia y el anuncio de la Buena Nueva. Tenemos esa oportunidad, especialmente este domingo 23 de junio, cuando la Campaña Arquidiocesana da inicio a la Fase de Evangelización. Esta es una ocasión valiosa para salir al encuentro de los otros, del prójimo, para anunciarles la alegría del evangelio hasta el domingo 21 de julio, con los temas que se han preparado. No tengamos miedo en ser esa Iglesia en salida, que nos impulsa a salir al encuentro del alejado, del que no ha podido conocer el evangelio. Miremos a nuestro alrededor, cuánta gente que esta cerca vive sin tener una experiencia con Dios. Organicemos encuentros familiares y vecinales entorno a los temas que nos propone la Campaña, seamos creativos para vivir una experiencia de encuentro, en medio de compartir una chicha con una empanadita. La gente está necesitada de una experiencia de Dios. Los 49 años del Seminario Mayor San José Otro gran acontecimiento en la Iglesia son los cuarenta y nueve años de la reapertura del Seminario Mayor San José, ocasión que nos permite invitarlos a fijar nuestra mirada en este centro de formación sacerdotal, lugar donde mucho de los presbíteros presentes nos fraguamos como pastores. Estos cuarenta años nos ofrecen la oportunidad para asumir con responsabilidad y compromiso el deber de gratitud que cada uno hemos de tener con el Seminario. Cuan importante es que nunca dejemos de interesarnos por el Seminario, valorar el Seminario, apoyarle moral y económicamente.

El Papa alegre con Panamá En nuestro reciente encuentro con el Papa Francisco para agradecerle la oportunidad de realizar la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, nos reiteró lo que encontró en este pequeño país en el mes de enero de este año: “un país noble”. Y al describir esta nobleza nos exhortó a continuar con las experiencias que hicieron especial la JMJ en Panamá, como es el reforzar el diálogo intergeneracional, entre “chicos-abuelos”, un puente que “hay que fortalecer” “para que se recuperen las raíces, la memoria”, para que la niñez y la juventud “tomen la savia de las raíces y crezcan y florezcan; y den fruto, pero desde las raíces, no desde la primera teoría que le vende el imperio. No, eso no. Y en eso no dejen entrar las colonizaciones ideológicas, que son las que matan la nobleza. Este puente ayudará a la propia identidad, nos reafirmó. Finalmente, el agradecimiento de Papa Francisco a nuestro país por el “respeto para con su pueblo en los dos encuentros previos, con los afroamericanos y con los indígenas”: Esa capacidad de integrar es también una de las cosas de la nobleza, y añadió: “Yo quedé muy contento en Panamá, quedé muy contento. Se respiraba normalidad, ternura, una cosa muy bella”. Todo lo expresado y percibido por el Papa va en consonancia con lo que hemos venido trabajando en el Plan Pastoral Arquidiocesano en estos años: recuperar la identidad personal y de pueblo en su diversidad étnica y cultural; viviendo los valores de la solidaridad y la fraternidad. Por eso, la JMJ no fue un evento aislado, sino parte del proceso para reforzar nuestro plan pastoral que demanda conversión personal y pastoral para ser la Iglesia en salida de Jesucristo capaz de encontrarse con el otro, acompañarlos en sus dolores, en sus luchas y esperanzas. Los signos de la JMJ, la cruz y el icono de la Virgen que despedimos hoy, hicieron visible esta realidad no solo en nuestro país sino en la región de Centro América, México, Cuba, Haití, República Dominicana, Venezuela y Estados Unidos. Nos corresponde a cada uno de nosotros: obispos, sacerdotes, religiosas, laicos, asumir esto responsablemente para hacer presente a Jesucristo hoy en cada realidad de la vida de este pueblo tan necesitado de Dios.

Vivir una cultura ecológica Otro gran aporte que nos ha dejado la JMJ en Panamá es precisamente instituir en las parroquias equipos ecológicos, con una visión del cuidado de la casa común, inspirada en la Laudato Si, encíclica del Papa Francisco, que nos invita a mirar a la persona humana como centro de la Creación y por tanto del cuidado prioritario. La gran mayoría de las personas, simplemente, vive la vida. Por eso, la iglesia habla de una ecología integral, quizá pocas personas sepan de qué se trata. Pero es probable que si las llevamos a reflexionar sobre sus vidas, se sentirán muy cercanas al significado de ese concepto. Porque ecología integral quiere decir exactamente vivir una vida en la que cada dimensión esté integrada en el todo, y donde todas las dimensiones de la vida puedan ser sostenibles: la social, ambiental, cultural… e incluso una dimensión subjetiva, quiero decir, el cultivo de la interioridad, de alguna espiritualidad, o de la simple meditación. Hoy estamos obligados a repensar el mundo económico y su relación con lo social, lo cultural, lo político, lo ambiental y todas las dimensiones de la vida. Este es el reto que debemos asumir para el cuidado de la casa común, teniendo como centro el ser humano, que es el verdadero aporte de la Encíclica de la Laudato si. Los 500 años de la ciudad También nos unimos a la celebración de los 500 años de la ciudad capital. Es indudable que a los inicios de la ciudad de Panamá, proliferaban los centros de atención católica: orfelinatos, hospitales, escuelas, universidades, templos, que dieron identidad. Al revisar los anales de la historia de la ciudad en estos 500 años, podemos afirmar que está ligada a la historia eclesial en Panamá. Que esta celebración fortalezca nuestra memoria histórica y nuestras raíces, que están cimentadas en los valores cristianos. El gran desafío es lograr una ciudad más inclusiva, apuntalada desde la descentralización, que garantice respuestas más efectivas y eficientes a las múltiples necesidades de los capitalinos sin la exclusión de nadie.

Nuevos gobernantes: amen y sean humildes Estamos próximos a iniciar un nuevo quinquenio y con nuevas autoridades, que algunos sectores ven con desconfianza, sin embargo, la esperanza cristiano nos permite visualizarlo como una oportunidad para romper con los vicios del paternalismo, la dependencia y el asistencialismo. Cada uno de los panameños y habitantes del país somos protagonistas y gestores de las transformaciones que deseamos y demandamos para Panamá. Cada uno de nosotros debemos descubrir lo valioso que somos para nuestra familia, comunidad y sociedad en general. No podemos seguir paralizados pensando que nada se puede cambiar, que los corruptos y la gente del mal vivir tienen el control del destino de todos los panameños. El Papa Francisco, un líder más allá de las fronteras del catolicismo, ha visto la nobleza del pueblo panameño y lo ha reiterado en muchas ocasiones: “Yo también estoy muy agradecido por lo que vi: un pueblo noble”, y “la nobleza no se compra, se engendra, se hereda, se respira, se vive”. Hoy más que nunca, debemos quitarnos las vendas de los ojos, y mirar lo grande que somos, lo capaces que somos. No podemos pensar ni creer que un gobierno solo puede realizar las grandes transformaciones que requerimos y demandamos los panameños. Una muestra de lo grande que somos ha sido como hemos impactado positivamente a los miles de peregrinos que han venido a nuestro país para la JMJ. Ellos han visto la belleza, grandeza y alegría de un pueblo, que es capaz de darlo todo por el otro, con una capacidad organizativa extraordinaria. Y qué vemos nosotros?: Negativismo, desilusión que muchas veces es justificada, pero que no debe dejarnos en un mundo de desolación. Cada acto de corrupción, de injusticia, de inequidad, etc. debemos combatirlo con el compromiso de denunciar, propiciar ambientes éticos, en el que no se premie al que solo sabe “jugar vivo”. Sin dejar de ver críticamente la realidad, no nos quedemos en el pantano de lo negativo. Panamá nos necesita a cada uno, con todas nuestras alegrías, esperanza y fuerzas, para asumir proyectos comunes favor de la juventud y la niñez, que nos permitan dar pasos seguros para un mejor Panamá.

El nuevo gobierno y sus autoridades, deben saber que el asumir el 1 de julio las riendas del país debo hacerlo con responsabilidad, profesionalismo y amor al pueblo y con humildad. Su Santidad el Papa Francisco ha señalado que: “Un gobernante que no ama no puede gobernar: a lo sumo podrá disciplinar, poner un poco de orden, pero no gobernar”. “Todo hombre, toda mujer, que va a tomar posesión de una función de gobierno, debe hacerse estas dos preguntas: ¿Amo a mi pueblo para servirlo mejor? ¿Soy humilde y escucho a todos, escucho las distintas opiniones, para elegir el mejor camino? Si no se hace estas preguntas su gobierno no será bueno. El gobernante, hombre o mujer, que ama a su pueblo es un hombre o una mujer humilde”. Ni gobernantes paternalistas ni ciudadanos indiferentes. Panamá nos necesita a todos cada uno en el rol que le corresponde, ejerciéndolo con responsabilidad, teniendo como centro a la persona humana y el bien común. Juventud protagonista La Iglesia Católica, ha puesto su esperanza y renovación en la juventud. El Papa se los ha dicho en esta tierra istmeña: “Queridos jóvenes, les repito una vez más: ¡Ustedes son el hoy de Dios, el hoy de la Iglesia! La Iglesia los necesita para ser plenamente ella misma. Como Iglesia, ustedes son el Cuerpo del Señor Resucitado presente en el mundo”, sostuvo el Papa Francisco. Estamos convencidos que no existe una juventud perdida. A la juventud le falta espacios propios para su expresión y desarrollo, en los que manifiesten todas sus inquietudes, sus inconformidades y sus aspiraciones. Ha pasado la Jornada Mundial de la Juventud, y no vamos a retroceder. Lo reitero: En las parroquias, en los movimientos los jóvenes no están para cargar sillas o asistentes personales para decorar los templos… NO, la JUVENTUD TIENE UN ROL PROTAGONICO EN LA IGLESIA, y no es precisamente “una mulita de carga”. Los jóvenes están en el mundo y la sociedad para transformarla, para permitir que nazca un nuevo país y una nueva Iglesia. Por eso como Iglesia y como sociedad: no podemos ser egoístas ni indiferentes con nuestra juventud, especialmente aquella alejada y excluida.

Lo ha dicho el Papa Francisco “en la Exhortación Cristo Vive”, la Iglesia entera ha de escuchar a los jóvenes: qué piensan, qué sienten, qué quieren, qué critican o de qué cosas se arrepienten. La Iglesia tiene necesidad de aún más primavera, y la primavera es la estación de la juventud”. La renovación de la Iglesia y de la sociedad depende en gran medida de la atención pastoral que demos a nuestra juventud. Dios nos ha dado la gracia de ser parte de este importante Sínodo sobre los Jóvenes y ser la sede de la Jornada Mundial de la Juventud. NO DESPERDICIEMOS ESTE HECHO HISTORICO. JOSELITO Y LA ASAMBLEA DE PASTORAL JUVENIL Precisamente, un paso para renovar la forma de acompañar a los jóvenes es la próxima asamblea Arquidiocesana de Pastoral Juvenil, que va en consonancia con la exhortación del Papa Francisco “Cristo Vive” y los discursos del Santo Padre en la JMJ. Este mismo proceso se vivirá en cada diócesis para llegar posteriormente a la asamblea nacional de pastoral juvenil. Estas Asambleas diocesanas y nacional serán espacios donde la juventud será la protagonista, siempre guiada y orientada, pero sin menoscabo de su identidad, de su dinámica y de su creatividad. Queremos que ellos descubran qué quiere Dios de ellos, y cómo pueden encontrar la verdadera felicidad en Jesucristo, que nada quita y todo lo da por amor. Para acompañarlos, hoy proclamaremos a José Sánchez del Río, patrono de la niñez y la juventud de la Arquidiócesis de Panamá. Este adolescente, que a pesar de su edad tuvo la madurez de fe, para entregar su vida a través del martirio para ganarse el cielo. No importó la tortura y las heridas infringidas en sus pies y pequeño cuerpo, su amor a Cristo Rey era más fuerte y su confianza en compartir el cielo era su alegría, por ello ante la muerte sus últimas palabras fueron ¡Viva Cristo Rey! Que por la intercesión de San José Sánchez del Río y de la Virgen, bajo la advocación de Santa María la Antigua, Jesucristo nos fortalezca en la misión que nos encomienda, para hacer una Iglesia en salida, que no tiene miedo en proclamar la alegría del evangelio.

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